El futuro no se puede conocer, sin embargo, conociendo cómo funciona el presente y actuando sobre él es posible intentar predecir cómo será el futuro. Y actuar sobre él. Estos planteamientos se cuestionaba Alexander Shulgin durante el simposio que celebraba el centenario de Albert Hofmann antes de contar una reveladora anécdota sobre cual es el presente y futuro de la producción, la distribución y la regulación.
En esta historia, contada en 2006, Shulgin cuenta cómo compartió las notas para sintetizar un compuesto psicodélico y la persona a la que se lo había enviado las compartió en internet. Sin embargo, esta persona dudaba sobre si esa información debía estar expuesta y la retiró al cabo de una semana. Eso no quitó para que tres semanas después, el compuesto ya se estuviese distribuyendo en EE.UU., tras haber sido fabricado en China e importado a través de Holanda.
La producción es cada vez más volátil. Los productos se distribuyen rápidamente a través del globo. Experiencias como estas muestran que las ideas y el conocimiento para la acción pueden ayudar a otros grupos a producir, sustentarse, o simplemente a disfrutar. Hace una semana veíamos el triste ejemplo de Martin Shkreli y cómo había adquirido el monopolio para fabricar un medicamento contra el SIDA. Un caso similar, en el que actúan las prohibiciones sobre algunas sustancias y cómo esta situación lleva a generar un ecosistema capaz de bullir mucho más rápido, de inundar de productos más allá de regulaciones y las viejas estructuras de la industria.
Desde una perspectiva distinta, Shulgin sintetizó, probó, documentó sus experiencias y explicó la síntesis de decenas de compuestos -psicodélicos- y los hizo públicos. Y esta información pública está lista para aquel que la quiera emplear, por placer o para generar riqueza. Algunas de estas instrucciones de síntesis y su biografía se encuentra en sus libros Pihkal y Tihkal, que por cierto, han sido traducidos recientemente al castellano.
Artículo publicado originalmente en Activismo de Mercado